¿Cuándo fue la última vez que gritaste y explotaste con alguno de tus hijos? ¿Te ocurre con frecuencia? ¿Te has sentido culpable después de reaccionar de esta manera? ¿O más bien implosionas, guardando y acumulando el enfado sintiéndote cada día peor?
Es normal que, con las tensiones y el cansancio de la rutina diaria, descienda tu nivel de energía y con ello, descienda también el nivel de paciencia con tus hijos. Además, es probable que tus hijos no te hagan caso a la primera y esto te crispa los nervios. Quizás, con cierta frecuencia, reaccionas de una manera exagerada con cualquier comportamiento que no toleras de tus hijos, y acabas lastimando sus sentimientos para luego sentirte culpable.
Recuerda que los niños aprenden más con el ejemplo que con las palabras. Si quieres que tus hijos aprendan a gestionar sus emociones y sus comportamientos, tú debes dar el ejemplo. El hecho de gritar y explotar le genera al niño inseguridad y desconfianza. Además, si estas reacciones van acompañadas de amenazas, castigos, golpes u ofensas, estarás lastimando también su autoestima y su sentido de valor personal.
Todo esto, trae como consecuencia que el niño vaya empeorando su comportamiento y tú también reacciones cada vez peor. De esta manera, entras con tus hijos en un círculo vicioso de malos comportamientos, explosiones y sentimientos de culpa que denominamos "Patrón Reactivo". Lo peor de todo, es que al final, en vez de educar niños sanos y felices, estaremos educando hijos heridos, con baja autoestima, tal vez sumisos, agresivos o apáticos.
Está en tus manos la responsabilidad de romper este patrón reactivo. Es muy simple pero no tan sencillo. Requerirá un poco de práctica, porque este es un patrón que está totalmente arraigado en tu inconsciente y por ello se manifiesta de forma automática. Observas el comportamiento, sientes hervir tu sangre y reaccionas de inmediato, ya sea con explosión o implosión. Pero no te preocupes por las oportunidades para practicar, porque tus hijos seguramente se encargarán de propiciar estas situaciones con frecuencia
En primer lugar, incluye en tu rutina diaria momentos de conexión con tu interior, con tus propias emociones, y de esta manera recargarás energía. Para poder dar lo mejor de nosotros mismos, debemos hacer buen uso de nuestra energía. Mientras más elevada y estable se encuentre, y cuanto más conectados estemos con nuestras propias emociones, encontraremos más serenidad. Esto es fundamental para conectar con las emociones de nuestros hijos y estar menos irritables. De esta forma, estaremos preparados para responder con inteligencia emocional.
De igual manera, cuida también que se respete el bio-ritmo de tus hijos, para que su energía también se encuentre en niveles adecuados. Esto permitirá mantener alejados los comportamientos no deseados. Un niño cansado, con sueño o hambre, estará más propenso a comportase de forma inadecuada.
Por otra parte, los niños son nuestros mejores maestros, ellos son espejos de los patrones que debemos trabajar en nuestro ser. Si observamos en profundidad la dinámica de lo que ocurre dentro de nuestro patrón reactivo, los hijos no son la verdadera causa de las reacciones que tenemos. Simplemente, ellos con su comportamiento, están tocando el detonador de una parte de nuestra historia personal, que aún no hemos sanado.
Detente un momento a reflexionar con estas preguntas: ¿Cuáles son los comportamientos de mis hijos con los que peor reacciono? ¿Qué heridas de mi infancia estarán tocando? ¿Qué introyecto o regla impuesta por mis padres o la sociedad se está quebrantando con cada uno de estos comportamientos? ¿Realmente estos comportamientos ameritan mi reacción? ¿Qué hacían mis padres cuando yo me comportaba de esta manera? ¿De qué parte de mi historia viene esta reacción?
Encontrarás algunas respuestas interesantes con estas preguntas, pero también es posible que no logres verlo con total claridad, porque estas respuestas suelen estar en un rincón de nuestra mente inconsciente que el consciente no es capaz de ver. Muchas veces, necesitamos algún tipo de terapia o vivir una situación verdaderamente difícil para poder quitar la venda de los ojos y comenzar a ver esa zona ciega, mostrándonos lo que realmente está en el fondo y nos hace reaccionar. Este es el paso que requiere mayor trabajo interior.
Por último, piensa en una persona que admires por su asertividad, ese modelo que te gustaría seguir. Puede ser alguien de tu familia o alguien de la historia de la humanidad o un personaje de ficción. Una vez que lo tengas identificado, cada vez que se presente una situación en la que sueles reaccionar, si estás en contacto con tus emociones, podrás identificar rápidamente que se aproxima la reacción y podrás romper el patrón. ¿Cómo? Detente, respira profundo unas cuantas veces, contacta con tu propia emoción, identifica la emoción de tu hijo en ese momento, y pregúntate ¿qué haría esta persona que admiro en mi lugar?
Te sorprenderás de la respuesta que surgirá de tu sabiduría interna. Puedes expresar los límites con mucha claridad, firmeza y serenidad, respondiendo con sabiduría y no reaccionando desde tus heridas e introyectos. Cuando lo haces de esta manera, los niños entienden mejor el límite y respetan más la autoridad.
Te invito a poner en práctica estos pasos, profundizando cada vez más en tu historia personal, y notarás pronto un cambio en tus reacciones y una gran mejora en el comportamiento de tus hijos.
Es momento de abandonar las viejas prácticas que no están funcionando en tu relación con tus hijos y tomar las riendas de una educación desde el SER para una educación armónica, donde tus hijos crecerán sanos y felices.