Hace unos días leí un artículo que presenta las conclusiones a las que llegaron recientemente unos investigadores científicos, sobre el impacto genético que tiene en los niños la falta de besos y abrazos. Por un lado, aplaudo que la comunidad científica esté dirigiendo sus esfuerzos para entender cada vez mejor cómo las emociones influyen en el funcionamiento de nuestras células y nuestra configuración genética desde la más temprana edad. Pero al mismo tiempo, me preocupa que sea necesario un estudio científico para afirmar algo que deberíamos saber y hacer por simple instinto materno / paterno.
La capacidad racional es lo que principalmente nos diferencia a los seres humanos del resto de las especies. Somos únicos y especiales en el planeta por ello, pero nos sentimos tan orgullosos, que todas nuestras acciones las queremos realizar desde el razonamiento lógico y nos olvidamos de nuestros instintos y emociones.
Desde 1983, el psicólogo estadounidense Howard Gardner ha estado explicando al mundo su teoría de las inteligencias múltiples, según sus estudios poseemos por lo menos 8 tipos de inteligencias: lingüístico-verbal, lógico-matemática, visual-espacial, musical, corporal-cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista.
Lamentablemente, todavía medimos la inteligencia de las personas únicamente por su inteligencia lógico-matemática. Además, queremos controlar nuestras acciones únicamente desde esa inteligencia.
Cuando tuviste a tu primer hijo es posible que hayas tenido el conflicto entre seguir tu instinto o seguir los consejos racionales que recibías, como por ejemplo: «No permitas que se acostumbre a estar en brazos», «Debes darle de comer cada 3 horas para que vaya adquiriendo disciplina y horario», «No lo consientas demasiado porque lo convertirás en un niño altanero y malcriado», «Tienes que demostrarle quién es el que manda»…
Así, cantidad de recomendaciones, todas desde el punto de vista del raciocinio, la lucha de poder, la disciplina autoritaria, y el querer que el niño no signifique ninguna molestia en su entorno; si es posible, convertirlo en un niño robot o invisible.
Como madres y padres tenemos una gran responsabilidad en nuestras manos. Muchos no son realmente consciente de esta responsabilidad. Traer un niño a este mundo significa que has adquirido el deber de apoyar a un ser humano en el desarrollo de todas sus capacidades, hasta que alcance la madurez necesaria para hacerse cargo de su propia vida. Esto implica, que todo lo que le enseñes, tendrá una repercusión para el resto de su vida.
Un niño es como un lienzo en blanco, viene al mundo con la capacidad de convertirse en una obra maestra, pero dependerá muchísimo de quienes pintan sobre él y cómo lo hacen. Este lienzo se pintará con las características culturales del entorno donde nació, pero principalmente con las creencias y hábitos que le transmita sus padres y el resto de su familia. Por esto es que se dice que los primeros 7 años de vida, son los que determinarán la personalidad de una persona. Es cierto que después de esa edad, es posible cambiar muchos aspectos de la personalidad, pero requiere una mayor conciencia, esfuerzo y compromiso de la persona.
Si tienes hijos de corta edad, por favor analiza: ¿Quieres un niño que se porte muy bien de acuerdo a las normas, que no moleste, que sea el modelo a seguir en cuanto a comportamiento en la escuela, pero que se sienta reprimido, valorado únicamente cuando su comportamiento es el esperado, y temeroso de expresar su pasión de vivir para no romper alguna regla? ¿O prefieres un niño que juega y ríe feliz porque se siente amado y seguro en todo momento, además que se siente libre de desarrollar sus capacidades e inteligencias múltiples para explorar el mundo a su manera?
Estoy de acuerdo en que a los niños hay que inculcarles normas y límites, porque también son necesarios para su propia seguridad. Aquí es donde está el trabajo difícil que tenemos como padres, que es encontrar ese punto medio entre el ser muy permisivos o muy estrictos.
Para facilitar el encontrar ese equilibrio de establecer límites firmes, coherentes y sanos; antes, debemos reforzar los cuatro cimientos de la personalidad y la autoestima del niño:
Confianza: Mientras más pequeño sea tu hijo, necesitará que cubras sus necesidades que no puede satisfacer por sí mismo, con mayor inmediatez. El hecho de dejarlo llorar cuando es un bebé, para que espere la hora de la siguiente comida, o para que aprenda a dormir solo, lo somete a unos niveles muy alto de estrés que puede afectar su confianza el resto de su vida. También, es muy importante para él sentir que le apoyas siempre, y que le amas incondicionalmente, que tu amor hacia él no depende de su comportamiento. Su confianza en sí mismo y hacia el mundo que le rodea, surgirá desde la seguridad de que es amado por quién es y no por lo que es capaz de hacer.
Pasión: Mantener viva la pasión en un niño es lo que le permitirá aprender más y mejor. Recuerda que la memoria solo fija los recuerdos que tienen carga emocional. Por eso la mejor forma de aprender para los niños es a través de juego. A mayor diversión, mayor será el aprendizaje. Aprovecha a propiciar su aprendizaje desde la pasión por lo que le gusta. Nunca intentes que deje sus pasiones por sus deberes, intenta más bien incorporar sus deberes dentro del desarrollo de sus pasiones.
Valor Personal: Permite a tu hijo tomar decisiones desde muy pequeño, así sea en cosas tan simples como elegir el color de los calcetines al vestirse, o elegir el juguete que llevará a la cama para dormir con él. Permite a que se atreva a hacer cosas nuevas dentro de un entorno seguro. Déjale expresar su opinión y hazle saber que es importante para ti. De esta manera, le animarás a sentir que es una persona valiosa para el mundo y que será capaz de lograr todo lo que se proponga.
Conexión: Eres el principal referente de tu hijo. Eres su superhéroe, eres quien le enseña cómo enfrentarse a este mundo tan grande y desconocido para él. Establecer un vínculo profundo contigo, será la base principal para fortalecer el vínculo con sus propias emociones, aumentar su autoestima y relacionarse con otras personas de manera sana. Es su forma de aprender a amar y ser amado.
Como madre o padre, si procuras mantener sólidos estos 4 cimientos en tus hijos, será mucho más sencillo mantener un ritmo y una relación familiar sólida y sana, dónde los límites y normas preestablecidas se cumplirán de forma natural.
Algo curioso que observo en nuestra sociedad, es que nos capacitamos muy bien en muchas áreas de conocimiento, pero nos capacitamos muy poco en las áreas personales. Imagina por un momento, que llegas con un dolor de apendicitis a un hospital y te dicen que te hará la cirugía una persona que no es médico pero tiene muy buena intención y ha escuchado consejos de otras personas autodidactas que les ha tocado atender a algunos enfermos. ¿Te sentirías confiado? ¿Qué probabilidades crees que tienes de salir bien de la cirugía?
Con esa misma capacitación traemos a los niños a este mundo, los educamos a partir de las creencias culturales y familiares, pero muy pocos padres realmente nos preocupamos en capacitarnos para criar a nuestros hijos, preservando su estabilidad psicológica y emocional.
Creo firmemente en que si educamos, tomando mayor conciencia de lo que necesitan nuestros hijos para crecer con una elevada autoestima y autoconfianza, enseñándoles límites que no dañen su propia integridad ni la de otros, construiremos una sociedad mucho más sana y evolucionada.
Es posible que pienses que me estoy contradiciendo, cuando en un principio digo que debemos criar más desde la intuición que del raciocinio, y después recomiendo que nos capacitemos en la crianza de nuestros hijos. El problema es que ya traemos una serie de programación mental sobre el «deber ser» en cuanto a la crianza de niños, que si intentas seguir tu instinto sentirás mucha inseguridad y caerás en un conflicto entre todas las reglas establecidas en la sociedad y lo que sientes que deberías hacer.
Si no tienes la preparación adecuada, con respecto a qué es lo mejor para la salud mental y emocional de tu hijo, te sentirás muy confundida/o y esa inseguridad la trasmitirás a tus hijos, dificultando definir el punto de equilibrio en su educación.
«Tocar al niño es tocar el punto más delicado y vital, donde todo puede decidirse y renovarse, donde todo está lleno de vida, donde se hallan encerrados los secretos del alma, por ahí se elabora la educación del hombre del mañana.»
María Montessori
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