Como padre o madre, normalmente,queremos lo mejor para nuestros hijos. Soñamos con un futuro lleno de éxito y felicidad para ellos. Son tan importante para nosotros, que por ellos renunciamos a nuestros más anhelados sueños. Porque ellos nos necesitan a su lado, y también, necesitan que trabajemos duro para darles todo lo que se merecen.
En este afán de dar lo mejor a nuestros hijos, muchas veces nos cegamos, y comenzamos a correr de manera desenfrenada entre una serie de actividades, sin detenernos a pensar en profundidad para qué lo que estamos haciendo. Además, nos enfocamos con facilidad en los acontecimientos negativos del presente y del pasado, para proyectarlos con miedo hacia el futuro.
Ese miedo nos hace responder alas urgencias del día a día, sin objetivos claros a largo plazo, sin estrategia y sin el enfoque correcto. De esta manera, caemos en la ansiedad y el estrés.
El estrés es la principal enfermedad del siglo XXI, es lo que más está matando a nuestra sociedad. Nos vamos diluyendo en pequeños detalles urgentes, mientras que nos olvidamos de lo que es realmente importante como, por ejemplo: nuestros sueños, nuestra salud, nuestra estabilidad emocional y especialmente, nuestros hijos.
Se supone que todo esto lo hacemos por ellos, pero lo que logramos es una profunda desconexión, con la familia y con nosotros mismos. ¿Cuántas veces has perdido rápidamente la paciencia con tus hijos o tu pareja, por el cansancio o estrés?
Cada día nos levantamos con prisa y cansados, medio tomamos algo a la carrera antes de salir de casa, y nos metemos en el tráfico para ir a trabajar. Soportamos una jornada laboral intensa, resolviendo urgencias todo el día. Volvemos a casa más cansados,preparamos la cena, y con suerte, compartimos un poco con nuestros hijos, porque también invertimos tiempo en gritar, ya que se nos ha consumido la paciencia y los demás no entienden lo que esperamos de ellos.
Luego, nos quedamos hipnotizados un par de horas frente a la televisión “para despejar la mente”, viendo series violentas,noticieros también violentos o algún programa de entretenimiento o cotilleo que realmente no aporta nada a nuestra vida. Así nos quedamos dormidos, para comenzar el siguiente día, el mismo ciclo.
¡Cuánto añoramos las vacaciones cuando estamos sumergidos en esta dinámica!
¡Cómo cansa correr sin parar en la rueda del hámster!
No digo que esta sea tu vida,pero quizás estés sumergido(a) en una rutina similar, que te roba la energía. Si en el día a día, cuando te ves en el espejo, es sólo para peinarte de prisa o maquillarte, llegará el día en que logres mirarte realmente y no te gustará la imagen que te devolverá el espejo. En ese momento pensarás: “¿Qué he hecho con mi vida? ¿En qué momento se me han ido los años? ¡Esta no es la vida que soñaba vivir!”.
Luego, te conformas con la idea de que esta es la vida que “te ha tocado vivir” y tus sueños los trasladas a tus hijos, deseando que sean ellos los que vivan una realidad diferente… ¡Ojalá mis hijos sí logren vivir la vida de sus sueños!

Pero te tengo una noticia…
Tus hijos aprenden con el ejemplo y se dan cuenta mejor que tú, de la vida que llevas. Un niño que crece viendo a sus padres que viven sin pasión, con estrés, llenos de tensión, de responsabilidades, de“Tengo qué…”, aprende en su inconsciente que eso es ser adulto.
Por más que les digas a tus hijos que tienen que luchar por sus sueños, ellos notarán el vacío en esas palabras,porque lo dices sin creerlo y sin experimentarlo. En sus mentes prevalecerá las frases “la vida es dura”, “no puedes pretender que las cosas sean como quieres”, “hay que ser realistas”. Así asumirán que como adulto,tendrá que hacer esas cosas que observó que siempre hacías.
Cuando tus hijos dejen su infancia atrás, también dejarán de soñar y de creer que pueden alcanzarlo. Apagarán esa llama interior que mantenía encendida la ilusión y la pasión, para finalmente adaptarse al sistema de los adultos autómatas. Hasta que cuando tengan hijos, puedan descargar esa ilusión contenida, pensando que ellos sí cumplirán los sueños que no lograron, o que tan siquiera intentaron. Así vamos transmitiendo este ejemplo de generación en generación, cargando a nuestra sociedad de personas pesimistas, tristes, vacías y/o violentas.
Mi invitación es a que detengas un momento tu carrera del día a día y reflexiones… ¿Dónde acabaron tus sueños de la infancia, tus sueños de adolescente? Esos sueños que tenías cuando querías comerte al mundo y sentías la confianza de que podías hacerlo. ¿En qué momento tomaste la decisión de entrar en la rueda del hámster?
Ya sé, ahora estarás pensando en algunas excusas de por qué estás viviendo la vida así: La economía, los políticos… Pues, las excusas para lo único que sirven es para detenernos y conformarnos con lo que somos y hacemos. No vuelvas a preguntarte ¿Por qué?, porque sólo hallarás excusas.
Una de las premisas de la Programación Neurolingüística es: “La calidad de tu vida depende de la calidad de tus preguntas”. Así que comienza a hacerte preguntas que sean más valiosas para tu vida. Pregúntate: ¿Qué puedo hacer a partir de ahora para recuperar la ilusión por mis sueños? ¿Qué puedo comenzar a hacer para revivir mi pasión por la vida? ¿Cómo puedo dar un mejor ejemplo a mis hijos? ¿Cómo puedo convertirme en la persona que los inspire realmente, a lograr la vida de sus sueños?
Comienza por ocuparte de tus propios sueños, mientras tengas vida puedes hacerlo, nunca es tarde para transformar tu vida, no descargues tus frustraciones en tus hijos. Enséñales que la vida es una, y tenemos que vivirla intensamente. Que hemos venido a este mundo a ser felices, a desarrollar y compartir nuestros talentos, a aprender ser cada día mejores personas. Y esto sólo se logra con pasión, ilusión y acción.
Recuerda que las personas que han logrado grandes éxitos, han sido quienes creyeron en sus sueños y nunca desistieron, aunque haya sido difícil y los demás no los apoyaran. Además, te aseguro, que el apoyo de una madreo un padre, que de verdad cree y practica lo que dice, ofrece una confianza enorme a sus hijos, que les ayudará a conseguir todo lo que se propongan.
Normalmente, sobre-estimamos lo que podemos lograr en un año y cuando no lo alcanzamos, nos frustramos y abandonamos. Esto también ocurre, porque subestimamos lo que podemos alcanzar en 5 o 10 años. Piensa… ¿Hasta que edad crees que vivirás? ¿Cuántos años te quedan para alcanzar esa edad? ¿Diez, veinte, treinta años? ¿Cuánto podrías hacer durante ese tiempo?
Mi recomendación es que reconectes con tu pasión y tus sueños personales para luego fijar un objetivo a medio o largo plazo. Este objetivo tiene que ser muy específico para que puedas ir midiendo tus progresos. Y la manera de alcanzarlo es con paciencia, priorización de tareas, acción continúa y disfrute. Esa es la clave.
Conviértete en un viajero de la vida, que disfruta y aprende de lo que va encontrando en el camino. Fija el lugar a donde quieres llegar y ponte en marcha. Cuando vas conduciendo por un largo viaje si te enfocas en los kilómetros que te quedan por recorrer, te producirá ansiedad y frustración. Pero, si te enfocas en aprender y disfrutar del camino, llegarás casi sin darte cuenta, y te sorprenderás todo lo recorrido cuando mires atrás.
Tu ejemplo es el legado más valioso que podrás dejar a tus hijos y ellos serán tu mayor motivación para no detenerte.
No se trata de hacer lo mismo una y otra vez para obtener los mismos resultados que no quieres en tu vida. Se trata de fijar un objetivo que te llene de ilusión, planear una estrategia, ponerte en marcha, e ir corrigiendo la estrategia en el camino, según se van presentando las dificultades, pero siempre con un objetivo muy claro. No pierdas tu tiempo, no pierdas tu vida, ponte en marcha hoy mismo en el camino hacia tus sueños. En la felicidad y la paz interior que encontrarás en este viaje, podrás inspirar a tus hijos para que también sean felices y exitosos.
